sábado, 29 de agosto de 2009

Leal y traidora

El tema de la infidelidad es recurrente en las conversaciones de taxi. En esta historia, si bien la traición la cometió un hombre, la que me comentó la historia era una pasajera.

La chica me tomó en barrio Cofico (no vamos a dar la dirección, no vaya a ser que por esas casualidades lea y va a quedar pegada jejeje). Comenzó su conversación diciéndome que venía de oficiar de psicóloga; estuvo haciéndole “el aguante” a “Juana”, una amiga de ella. Aparentemente estaba muy afectada porque su novio le había sido infiel. Hasta aquí ninguna novedad. Lo verdaderamente interesante resultó ser que la pasajera era amiga desde hace tiempo de ambos: amiga del engañador y de la engañada. Para ponerle más condimentos a esta historia, la pasajera me menciona que ella se enteró primero de la traición, ya que encontró a su amigo de trampas en un bar, sin que él se diera cuenta.

Mi pregunta era obvia: “¿y vos que hiciste? ¿le contaste a tu amiga o no?”. La respuesta, a mi entender, no era tan obvia, porque la pasajera era amiga de ambos. “Se me hizo difícil decidir, pero no le podía fallar a mi amiga: yo la conozco desde antes de conocerlo a “Ricardo” (el engañador)”, me contestó. Y volví a preguntar “y vos qué hiciste”, ya que es una situación difícil: ser leal, es ser traidor a la vez.

La pasajera me relato cronológicamente los hechos: “lo que hice fue así: organicé una salida entre “Juana”, “Ricardo” y yo, para el fin de semana. Ese sábado le digo a mi amiga que sería mejor salir solas y que lo deje a Ricardo divertirse por su cuenta: él piso el palito. Nos dijo que no había drama. Mi intuición me decía que se iba a ver con la otra en el mismo bar donde yo lo había descubierto. Dicho y hecho: a la noche le sugiero a mi amiga un bar “muy piola” que me habían recomendado: el bar de la traición. Llegamos al lugar y allí estaba muy a los besos con la otra. Yo solo la llevé a que vea la realidad. Yo no dije nada”.

Según lo que me dijo, nunca nadie supo que ella estaba enterada de todo, por lo tanto el incidente quedó como algo “fruto de la casualidad” (a excepción mía que si sé la verdad, y de ustedes, que también la saben jeje). Una vez más queda comprobado que las casualidades no existen: toda causa produce un efecto.