jueves, 13 de diciembre de 2012

A la guardería van los nenes malos

En la jerga del taxi se suele utilizar la palabra “guardería” para hacer referencia a las cárceles; y a modo de humorada, cuando uno quiere brindar su ubicación, se suele agregar de qué lado del murallón de la penitenciaría se encuentra. Si necesito informarle el lugar en el que me hallo al operador, podría decir algo como: “Estoy en la guardería de San Martín… Del lado de afuera”. Precisamente, la historia que hoy les contaré hace referencia a la “guardería” Reverendo Francisco Luchesse, o sea, a la cárcel de Bower.

“Yo que pensé que a las cárceles las iba a conocer cuando me recibiera”, me dice la chica que acababa de subir (en adelante Ana). Cuando el pasajero lanza ese tipo de declaraciones, uno sabe que se viene una interesante conversación. Vendría a ser un equivalente a cuando uno ve que se infla la red de un arco: sabe que se viene el grito de gol. En mi caso, significa un “atento Rolando, que se viene una historia para el blog”.

Ana, de 19 años, me aborda en la calle Belgrano y, al subir, me indica que la lleve a Cofico. A los pocos metros, con esa capacidad que tienen los pasajeros para enganchar los temas de conversación (a veces muy poca capacidad), me dice: “¡Qué calor! No te podes imaginar el calor que hacía en Bower. Y yo que pensé que a las cárceles las iba a conocer cuando me recibiera”. Un poco abrupta la transición de un tema a otro. Estaba claro que la conversación giraría en torno a la “guardería”. Para no entrar de punta al tema, suavicé con un: “¿Estudias abogacía, trabajo social, psicología…?”. Abogacía, fue la respuesta. En realidad estiré casi nada la pregunta obligatoria: “¿Qué hacías en Bower?”. La pasajera me contaba que acababa de venir de ver al novio (Mauricio), de 21 años, quien estaba detenido en la penitenciaría.

“Viste el caso que salió en los medios, donde le robaron a una maestra y la tuvieron de rehén unas horas. Uno de los que estaba ahí era mi novio”, empezaba el relato Ana. Y siguió: “Imaginate qué voy a decir en mi casa: - Familia: salgo con un delincuente- . Mis papás son profesionales. No tengo necesidades. ¿Qué van a decir?”. Al no estar muy empapado de la noticia, preferí que me diera más información de “primera mano”. “Se juntó con un grupo de amigos, y prepararon el robo. Les salió mal porque cuando se estaban yendo llegó la policía. Encima, los estúpidos, decidieron agarrarla a la vieja de rehén. Mi novio, mientras negociaban sus amigos con la cana para entregarse, trato de escapar por el patio, pero lo agarró un policía: se hartaron de pegarle”, me contaba.

Uno podía descubrir del relato, que la noticia fue totalmente inesperada por Ana. Mi pregunta apuntaba a eso: “¿Vos sabías que él andaba en esto? ¿Trabajaba?”, salí al cruce. La pasajera, impulsivamente, me mira por el retrovisor y me dice: “Te juro que no sabía nada. El trabajaba de delibery en barrio Jardín. Justamente, yo le pregunté por qué hizo esto, si tenía trabajo. Él me dijo que era para poder darme más cosas a mí y a su madre. No lo entiendo, si yo jamás le pedí nada”, explicaba. Y agrega: “Él me pide disculpas a cada rato y dice que está arrepentido. También se lamenta, porque si todo salía bien, iba a ganar mucha plata. La vieja dijo en los medios que era una pobre docente, pero en realidad, según me dice mi novio, se dedicaba además a ser prestamista”.

El abogado defensor, según me contaba Ana, cree que el "caco" Mauricio (diría Crónica) está complicado, por eso le dictaron la prisión preventiva. Dicho de manera simple, como se dice en Alberdi: el chanta está hasta las manos, porque lo agarraron con las manos en la masa, y lo tienen guardado para que no se tome el palo.

La historia era parecida a la de las novelas mexicanas que pasan a la siesta por canal 8: una historia de amor signada por el delito y el (posible) desprecio familiar. También podría ser Romeo y Julieta, versión 2012, donde los Capuleto se pondrían “chivos” porque resulta que Romeo es choro. Como era muy difícil que “Mauri” salga libre, pregunté a Ana qué haría con respecto a la relación: “La verdad no sé. No me veo yéndolo a visitar todos los días a la cárcel”. Con esta respuesta, claramente “Julieta” no se iba a suicidar por amor.

De esto pude sacar cuatro conclusiones. Primero, que la relación quedaba supeditada a la sentencia del juez. Segundo, que Mauricio no estaba realmente arrepentido, porque seguía enfocándose en el “jugoso premio” que se iba a llevar. Tercero, que los que joden a las maestras, se quedan a dormir en la guardería. Y cuarto: que voy a pensarlo dos veces cuando pida pizzas en barrio Jardín.