martes, 17 de enero de 2012

Pidiendo pista…

Dicen que el mundo es un pañuelo… y hace muy poco tiempo lo pude comprobar. “Eran las diez de la noche, piloteaba mi nave”, diría Arjona. La diferencia es que yo no “zigzagueaba en Reforma”, sino que lo hacía a la altura del Sheraton. Cuando paso por el frente del hotel, un hombre de traje va saliendo del mismo y entre la oscuridad me hace seña. Al subir, me indica que vayamos a barrio Cofico, al pasaje Santos Vega. Cuando se iluminó el interior del auto pude ver que ese traje tenía cintillas: se trataba de un piloto. Empezamos a hablar de su trabajo, sobre las vicisitudes de volar y de los riesgos de que se te apague un motor en pleno vuelo. En fin, cuestiones que uno puede hablar con un piloto. Si fuera otro taxista mi pasajero, uno hablaría de las vicisitudes de manejar y de los riesgos de que se te pare el motor en General Paz y Colón.

Dejando de lado su profesión, me cuenta que él era bonaerense, pero que no tenía residencia fija por su trabajo y que venía a visitar a una “chica” que él tenía por estas latitudes. A todo esto, el piloto tenía unos 50 años, así que me interesaba de qué edad estábamos hablando en el caso de la chica. Me cuenta que hacía unos meses que salía con la mencionada y que tenía sus encantos. Mi curiosidad crecía más. Llegamos a destino: quince pesos marcaba el reloj taxímetro. En lo que me estaba pagando, se abre la puerta de la casa y por el filo de la puerta alcanzo a ver a una mujer de unos 45 años vestida muy sensual, con un camisón “transparentón”, medias y porta ligas. No la iba a pasar nada mal mi pasajero.

Habrán pasado como seis meses; me sube una mujer al taxi y me pide que vayamos bastante rápido al aeropuerto, porque iba a recibir a una persona que provenía de España. Mientras se va desarrollando la conversación, me dice que por pedido expreso de ella “esa persona” estaba viniendo a Córdoba. “Lo nuestro no da para más. Hace un tiempo que salimos, pero esto no da más. A mí me gusta, es apuesto, pero a la distancia no se puede. Lo hago venir para ponerle punto final a esto”, dijo. Vamos llegando al aeropuerto, y yo le menciono si la finalización de la pareja no se podría haber hecho por otro medio, sobre todo teniendo en cuenta que el “mozo” iba a tener que hacer un interesante viaje “para que lo fleten” y además se iba a tener que gastar su buen dinero en el pasaje. “El vuelo no le sale nada a él. Él es piloto”, me dijo la pasajera sonriendo mientras descendía del taxi.

Inmediatamente mi cabeza trató de recordar en donde había levantado a esta pasajera: la respuesta era el pasaje Santos Vega. “Mira si es grande el destino y esta ciudad es chica”, seguiría diciendo Arjona; el piloto que me había tomado hace seis meses tenía las horas contadas. Conocí el auge de la pareja y también su apogeo. Fue una relación de poco vuelo, si se me permite la expresión. Por cierto, y para concluir: la vestimenta sensual engaña.

4 comentarios:

  1. Ahhh buena, que cierre la historia che, "poco vuelo" muy buena historia

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  2. Muy buena historia Rolando!!!
    Abrazo Grande!

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  3. ¡GENIO! ¿Cuándo sale el libro? Busquemos YA un publicista.

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  4. Gracias desdelejosnoseve, Matías y Cristian por los comentarios!!!!
    Me parece que te voy a elegir de publicista a vos Cristian. Tenés capacidad de llegada!!! (como Messi, jeje)

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