martes, 16 de junio de 2009

El error del periodista

A los taxistas nos hace falta un poco de cada profesión: de adivino, para saber si una calle está cortada; de mecánico, por si se rompe el auto; de psicólogo, por si alguien sube con algún drama; de contador, para que nos cierren los números de la recaudación; de banquero, para tener cambio y ponerlo a disposición de todo aquel que se le ocurra subir con 100 mangos; etc.; etc. También deberíamos ser periodistas: no tenemos que confiar en todo lo que nos dicen y, oportunamente, confirmar los datos que nos brinda la fuente.


Me envían de la base de Radiotaxis a una florería. Allí me dan una corona de flores para ser llevada a Caruso (sala velatoria). Ya empezamos mal, porque esto es poco habitual y tedioso. En fin, de la florería me dieron el nombre del difunto, pero no el número de sala. Cuando veo el nombre del occiso me corrió frío por la espalda: era un compañero de un laburo anterior que yo tenía. Bue… llego a la sala y le pregunto al encargado donde se velaba a este tal “González”. Me dice: “Sala 1, al fondo a la izquierda”. Entro a la habitación, tratando de pasar desapercibido, acomodé la corona al lado del cajón, mientras “pispiaba” para el cajón y veía si era el conocido mío. Me volvió el alma al cuerpo: no era mi ex compañero de trabajo. Cuando me voy retirando, con la satisfacción del deber cumplido, le pregunto a unos de los familiares si el fallecido era “Juan González”. “No, González lo velan en la Sala 2, aquí al frente”, me decía el hombre mientras yo no sabía dónde meterme.

Sinceramente es uno de los papelones más grandes que pasé: retirar una corona que no era para ese muerto. Más allá del papelón, retornó mi preocupación porque tenía que corroborar que el otro velado no era mi allegado. Hago el mismo procedimiento que en la Sala 1. “Relojeaba” para el cajón mientras acomodaba la corona: Gracias a Dios tampoco era “Juancito”, mi compañero. Al retirarme, de nuevo pregunté si este sí era “Juan González”, a lo que esta vez la respuesta sí fue positiva. Retirándome, ahora sí con la satisfacción del deber cumplido, me faltaba algo por hacer que no podía eludir: pasar a “charlar unas cositas” con el encargado de la sala velatoria.

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